domingo, 7 de junio de 2009

El problema son las reglas...

Una fuente de polémica
Fredy Ruiz /El Mundo de Córdoba
México 07 de junio, 2009
Denise Dresser frente a los cordobeses en el auditorio de la ESBAO. No era un lleno total, adelanta las butacas colmadas de gente, pero mientras se alejaba a la parte posterior del recinto las sillas vacías se dejaban ver. Era como si tuviera un público que la sigue atenta, otro que poco a poco llega a su discurso de cómo modernizar (cambiar) el país, y luego el público ausente, el que no vino. Las ideas fueron las mismas que ha expuesto a lo largo de los distintos estados de México, actualizadas con nuevas reflexiones y datos de la coyuntura nacional. Otra vez la diferencia: el público que escuchaba atento, los que se movían, los que simplemente no les interesaba en absoluto el evento pero el destino los puso ahí.
Las voz de Denise es suave. No se le puede imaginar como la de una mamá, quizás mejor la de una hermana comprensiva y analítica, una hermana a la que uno le gustaría ir a contarle sus problemas, sabiendo que encontrará en ella una respuesta inteligente, sutil y fulminante. La solución no es fácil pero ella te hace ver que es lo necesario, lo justo. Y te pone el reto para realizarlo. ¿Qué está mal en México? Y así transcurrió el discurso describiendo una realidad que apabulla, pero aportando ideas para los cambios que ella propone. Denise tuvo que hacer una pausa para llamar la atención de los señores de Canacintra, los organizadores, pues ellos en el escenario se habían distraído: “señores, señores, por favor, señores”, les dijo ella y tuvo que acompañar su reclamo con un chasquido de dedos para volver a los “señores” al motivo de la reunión.
Sus reflexiones tenían poder oración por oración. Así en su tono suave, variaba la intensidad y los teléfonos y las voces ruidosas de los que les valía nada, ni un bledo el discurso, se veía humillada. Allí se discutía el diagnóstico de un país sorprendente, que nos maravilla, pero no por sus paisajes sino por las rarezas que priman en su sistema. “El problemas son las reglas”, decía Denise. Acabó, dijo gracias y el aplauso del público. Una, dos, tres, diez, treinta, todos se pusieron de pie para aplaudir. Denise pidió que la ronda de preguntas sea libre, que el que quiera decir algo, levante la mano. El primero en hacerlo fue el alcalde de la ciudad. Su opinión fue interpretada por Denise como un reclamo. Ella explicó y defendió su postura. Más preguntas, más análisis y debate.
Luego de la diferencia de conceptos, la presentadora llama a “Miguel Lavín” para que le entregue un regalo personal. El alcalde se mira sorprendido por el error del nombre, no sabe qué hacer. Dice bajito “yo soy Juan Lavín”. Se para de su butaca, más atrás de la fila 10, sube al pódium, le da un beso a la escritora y le entrega una caja plana de unos 120 por 40 centímetros. Denise ve la caja y dice en broma “¡Es una AK 47!”. El alcalde abre el regalo y muestra un paquete con anturios. Ella sonríe tímidamente. No hubo más diálogo.
Más tarde, Denise es como una rock star, todos la rodean, posa para las fotos del recuerdo y camina soltando autógrafos. Menuda, blanca, sonriente. No habló con la prensa ni con nadie más. Subió a su coche y la gente se quedó comentando. Había tema para hablar. Las flores no se las llevó, se quedaron en Córdoba, en una camioneta

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